PLANES CON PEQUES

Visita a la Casita Museo de Ratón Pérez (¡un lugar sor-pren-diente!)

               «Aquellos que no creen en la magia nunca la encontrarán»
                                                                                             Roald Dahl

Domingo por la mañana, calle Arenal portal número 8, muy cerquita de la Puerta del Sol. Allí estábamos los cuatro bajo un chirimiri en toda regla, dispuestos a conocer un lugar muy especial. No era para menos, íbamos a visitar la Casita Museo de Ratón Peréz. Sí, sí, el mismo que recoge los dientes de leche cuando se caen y, a cambio, deja un regalito bajo la almohada. Esto que os voy a contar ahora, seguro que os sorprenderá;  resulta que la residencia de la familia Pérez -formada por él mismo, su mujer y sus tres hijos (Elvira, Adelaida y Adolfo)- se hallaba ¡en una caja de galletas! Pero no penséis que era una caja de galletas normal y corriente, que va; para empezar, era de una marca específica, llamada Huntley. Y, además,  era mágica. «¿Por qué?», os estaréis preguntando. Pues porque esta caja era pequeña por fuera y muy grande por dentro. La caja se encontraba en los sótanos de la confitería Prast, que -¿a ver si lo adivináis?- estaba en el número 8 de la calle Arenal,  justo donde nos encontrábamos en ese momento. 

Si os está picando la curiosidad y estáis pensando en ir a ver con vuestros propios ojos este lugar tan singular,  os adelanto que las visitas son guiadas, por lo que es conveniente que saquéis las entradas con antelación. Nosotros, buenos madrugadores de  fin de semana (¡ay!) llegamos pronto y tuvimos suerte porque conseguimos entradas para el turno siguiente. Para los que tenéis la suerte de no madrugar: http://www.casamuseoratonperez.es/  

Como faltaba casi una hora para la visita y con la lluvia no apetecía nada salir a la calle,  decidimos entrar en la diminuta tienda de la casita-museo. Allí encontramos una gran variedad de cosas interesantes. Pósters de la familia Pérez  al completo, una lámina con cuatro retratos de Ratón Pérez al más puro estilo Wharhol, distintos libros acerca de la historia del popular ratón, figuritas, imanes y monedas con su rostro, son sólo algunos de los objetos que encontramos allí. Entre todos ellos, me decanté por un libro: El diente de Buby. Se trata de una adapción y recreación en verso y en edición bilingüe español-inglés, del cuento del Padre Luis Coloma, Ratón Pérez, realizada por Juan Antonio Rojo Sanz (editorial Arenal 8 Factory).

Brevemente os contaré que Luis Coloma nació en 1851 en Jeréz de la Frontera. Era muy aficionado a las letras y tras estudiar Derecho en la Universidad de Sevilla, se hizo jesuita. Compaginó su trabajo como Consejero espiritual de la Corona con su labor como miembro de la Real Academia de la Lengua. Un buen día,  con motivo de la caída de un diente de leche  del rey niño Alfonso XIII, el Padre Coloma le escribió este cuento, en el que aúna un personaje de la tradición popular, el Ratón Pérez, con el personaje Buby I,  alter ego del rey niño.

Todavía  quedaban veinte minutos para el comienzo de nuestra visita, así que nos sentamos en las escaleras de la entrada y empezamos a leer la historia del ratoncito más famoso del mundo, que seguidamente paso a contaros .

Buby I era un rey niño al que una noche, mientras cenaba en su palacio, se le movió un diente. Tras consultar a los médicos reales, estos decidieron que lo más conveniente era extraer la pieza. De acuerdo con la tradición, la Reina Crisabel propuso, colocar el diente bajo la almohada y escribir una carta al Ratón Pérez. Así lo hizo el joven rey, que quiso montar guardia en su cama para conocerle. Finalmente el ratón apareció, se pusieron a hablar y se hicieron muy amigos. Cuando el ratoncito le dijo que se tenía que marchar Buby le pidió que le dejara acompañarle, así que Pérez utilizó su magia para transformar al joven rey ¡en un ratón! De esta manera pudieron salir del palacio y llegar hasta su casita. Allí le presentó a su esposa y a sus dos hijas, Adelaida y Elvira,  y a su hijo, Adolfito.

Como el Ratón Pérez tenía que recoger varios dientes esa noche, Buby y él se pusieron en marcha. La primera  vivienda, en la calle Jacometrezzo 64, era una buhardilla muy pobre donde dormía un niño llamado Gilito con su madre. Buby quedó impresionado al ver aquella humilde habitación. Rápidamente, el ratón cogió el diente y lo guardó en su perae (una bolsita de terciopelo rojo) dejando una moneda en su lugar. En ese instante, Buby se despertó con un beso de su madre, la Reina Crisabel. Aturdido por el sueño, miró debajo de la almohada y encontró un cofre con una moneda en su interior. Más adelante, cuando le tocó reinar, se acordó de aquel niño  y gobernó para que a nadie le faltase lo  fundamental.

Terminamos la historia justo a tiempo pues la visita iba a empezar. ¡Teníamos unas ganas enormes de conocer, por fin, esa casita mágica! Entramos en la primera sala o Sala Pirámide, llamada así por la maqueta piramidal colocada en el centro. La guía de la visita nos contó aquí quién era el Rey Alfonso XIII y, nos presentó al Ratón Pérez y a los miembros de su familia, que veíamos retratados en un gran cuadro. En esta sala se encuentra, además, el diente del rey, algunos de sus juguetes y la carta que le escribió al ratoncito. En un rincón está el «túnel de partículas» que convierte en diminutas criaturas a los valientes niños que se atreven a atravesarlo gateando. De esta forma, pasamos a la segunda sala. (Los adultos no tuvimos la suerte de experimentar este túnel y entramos por una puerta acortinada, que no está mal, pero no es lo mismo). 

Esta sala es la más pequeña, de ahí la necesidad de reducir el tamaño de los niños para que todos quepamos en su interior. Se trata del despacho de Pérez, cuyas paredes están llenas de libros ordenadamente dispuestos en estanterías que se van desde el suelo hasta el techo. En un rincón, junto a un sillón, descansa un original tablero de ajedrez (juego del que nuestro amigo es muy fan ) mientras, en una esquina,  una reproducción del sistema solar cuelga del techo (a nuestro amigo le entusiasma la astronomía). En una de las paredes vemos un mapamundi muy curioso que lleva por título Factoría Ratonil Pérez y muestra las sucursales que tiene Pérez repartidas por los distintos continentes.  Este mapa ayuda a entender una de las cuestiones que unos meses atrás me planteó Darío, mi hijo mayor.

Este verano, el último día de nuestras vacaciones en la playa y cuando se cumplía un mes de su sexto cumpleaños, a Darío se le cayó el primer diente de leche. El pobre, estaba preocupado pensando en cómo avisar al ratoncito de que no estábamos en nuestra casa y en cómo darle la nueva dirección. Le dijimos que no se preocupara por eso ya que el Ratón Pérez es un excelente profesional, con muchos años de experiencia a sus espaldas y capaz de resolver  este tipo de imprevistos. Además, tal y como mostraba el mapa, cuenta con una amplia red de corresponsales repartidos por el mundo.  A modo de ejemplo, entre ellos están Tooth Fairy (en los países anglosajones), la Petite Souris (Francia), Fatina Dentina (Italia) y Ratai-Ch (para Asia oriental). Con ayuda o sin ella, el preciado diente sería recogido a cambio de un detallito, tal y como finalmente ocurrió. 

Dejamos el despacho de Pérez y pasamos a la última sala en cuyo centro se encuentra una estupenda maqueta que reproduce, con todo lujo de detalles, la casa de la familia Pérez. A su alrededor se pueden ver algunas curiosidades como una figura de Buby I a tamaño real, el rincón de los dientes «ilustres», el buzón del Ratón Pérez y la salita donde diariamente lee las cartas que recibe. Tal vez lo más memorable de esta estancia, al menos para los pequeños (que son quienes pueden acceder a él), sea el túnel «privado». Los mayores no tenemos permitida la entrada y mis peques tampoco me contaron mucho, pero desde fuera escuchamos  los gritos de sorpresa de los que estaban en su interior.

Volvíamos a casa con nuestro libro bajo el brazo, felices por la visita y por haber conocido de primera mano la historia del ratón más popular del planeta cuando, de repente, a Darío le surgió una duda. Mirándome con los dos luceros castaños que tiene por ojos y con gesto concentrado, me preguntó : «¿Mamá, ¿qué hace el Ratón Pérez con los dientes?» A mi rescate vino el amigo Ende y le respondí: «Eso es otra historia y deber ser contada en otro momento»… Tal vez, cuando llegásemos a casa y pudiéramos echar mano de otro libro… 

Cartas al Ratón Pérez, de Antonia Ródenas (Editorial Anaya).

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